top of page

Miedo: Los pingüinos del acuario de Hong Kong

¿Te has quedado con las ganas de hacer algo por miedo? Yo sí.

Miedo al qué dirán. Miedo a no poder hacerlo. Miedo a que se me terminen los recursos. Miedo a fracasar. Miedo a no terminar lo que comencé. Miedo a la burla. Miedo a tanto.

Y después me he arrepentido. Sí. Siempre. Cada vez que quería hacer algo y ese monstruo enorme se acercaba a mí a susurrarme “no”, después de algún tiempo me arrepentía.

Un día, nos encontrábamos en Ocean Park en Hong Kong, como su nombre lo dice, un parque de agua. Lo disfrutamos tanto. Nos subimos a todas las atracciones para chicos y grandes, entramos a todas las exhibiciones e incluso tuvimos la oportunidad de acercarnos a alimentar a los leones marinos, experiencias maravillosas. Y mientras caminábamos hacia el teleférico que unía una colina con la otra y pasaba por encima del mar brindándonos una vista impresionantemente bella, vimos la fila de gente y nos detuvimos a comer algo. Si íbamos a hacer una fila larga, mínimo necesitábamos fuerzas. Nos sentamos en unas banquitas y estábamos comiendo cuando mis ojos se fijan en un póster. Había dos personas al lado de dos pingüinos en el acuario del parque. Estaban sonriendo de felicidad y los pingüinitos se veían tan hermosos, parados ahí siendo admirados. Las personas en el póster estaban detrás de ellos y casi podían abrazarlos. Al instante me dije a mí misma “yo quiero” porque los pingüinos son unos de mis animales favoritos en todo el mundo. Pero después vi el precio y me dio miedo. Recordemos que en ese momento yo era estudiante y aunque me encontraba en el extranjero estudiando con una beca, mis recursos en ese momento no eran ilimitados, sin embargo si tenía los fondos suficientes en mi tarjeta de débito. Soy una excelente administradora, no solo por profesión sino por la vida que me ha tocado, así que sé administrarme muy bien, como uno de los principios de administración que nos enseñaron “minimizar costos, maximizar ganancias” y lo he aplicado. Sin embargo aquí no fue un problema de dinero. Fue un problema de miedo y pensamientos. Así tal cual. Miedo. En ese momento me dio miedo el pensar que me quedaría sin fondos y que batallaría los siguientes meses. Me dio miedo pensar en que no tendría suficiente para cubrir mis gastos. Me dio miedo creer que no tenía mis necesidades ya satisfechas, pese a que sí las tenía. Y fue así que lo que comenzó en una chispa en mi pecho diciéndome que viviera algo que me hubiera dado tantísima alegría, terminó apagándose para dirigirnos a la larga fila del teleférico. Hice como si no hubiera pasado nada, sin embargo, este hecho marcó mi vida.

Pasaron los meses y años y hoy por hoy aún recuerdo lo que viví, sentí y hasta el póster con gran detalle.

Ese hecho ha sido un recordatorio de mis miedos y mi arrepentimiento posterior al ver las oportunidades pasando enfrente de mí.Y eso me ha impulsado.

Si yo hubiera ido, tendría un momento en memoria que me daría alegría de por vida, sin embargo al decidir no darme esa satisfacción, abrí mi vida a una opción que no había visto: ¡Quitarme los miedos! Cada vez que tengo una oportunidad frente a mí, que requiere esfuerzo, que requiere que haga algo que me saca de mi zona de confort, que me pide dar más de mí para poder lograrlo, en vez de decir “NO”, ahora digo “SI” y lo hago. Ahora no me permito que nada me quite las satisfacciones que quiero vivir, que quiero lograr, que quiero alcanzar. Cada vez me digo a mi misma “HAZLO”, y si tengo que trabajar más inteligentemente después para poder cubrir eso, lo hago, busco maneras, echo a andar mi creatividad, desarrollo nuevas formas de enfrentar un problema, me abro a nuevas oportunidades y a posibilidades infinitas. Cada vez que me sucede eso, y ese monstruo viene a querer detenerme, me paro frente a él, le sonrío y le digo “¿otra vez tu aquí? Anda, te pago un café con tus amigos ve y después nos vemos, yo estoy ocupada con “Amor” y vamos a divertirnos”.

¿Amor? Sí. Amor a mí misma, amor a la vida, amor a sacarle provecho al 100%, a disfrutarla infinitamente. Y así Miedo me deja disfrutando con Amor, mi vida.

El sólo pensar en cuántas veces dejé pasar oportunidades por hacerle caso a Miedo, me daba pesar, pero desde esa tarde en Hong Kong, viendo el póster de los pingüinos y saber que no me atreví por miedo, fue la gota que derramó el vaso y el impulso que necesitaba para cambiar mi pensamiento. Ahora cada vez que algo se erige frente a mí siempre me digo “¿Te pasará lo mismo que con los pingüinos de Hong Kong? ¡Ve y hazlo que tú puedes!”.

Y tú, ¿necesitas algún “pingüino” en tu vida que te muestre de lo que eres capaz si te quitas el Miedo?

bottom of page