El pasaporte

Hay países de primera, de segunda y de tercera. Lo cual cataloga a personas de primera, de segunda y de tercera. Así fue como crecí, y me lo creí. Hasta que llegó el día en el que vi que no era así.
Estaba enojada con haber nacido aquí. Un país en caos, sin oportunidades, lleno de corrupción, en medio de líos y violencia, lleno de tanta porquería que me pude haber ahorrado si no hubiera nacido aquí. Si, toda mi niñez engullí esos pensamientos, todo mundo los decía, “aquí no hay oportunidades”, “allá en el norte, en el otro lado, es donde hay oportunidades”, “allá, un perro vale más que yo”, “en el gabacho, todo es mejor”, “cásate por papeles, no seas bruta, no te quedes aquí, aquí sólo vas a sufrir” Y la lista sigue. Pero recuerdo que yo veía el globo terráqueo y decía: “¿Cómo es posible que sea así?, yo creo que hay algo que se puede hacer diferente, creo que hay algo que puede cambiar, no quiero creer que eso que dicen es la verdad”.
E ingenua como lo he sido siempre, quise creer que era solo gente que trataba de desprestigiar. Pero no era ajena a las noticias y también me tocó viajar y visitar esos sitios. Allá todo era limpio, bonito, no se veía pobreza a simple vista, había orden en todos los aspectos. Después me tocó conocer a las personas y vi que eran iguales a nosotros. Todos reíamos en las reuniones, en las fiestas bailábamos, platicábamos y nos hacíamos bromas. Entonces, ¿por qué todos decían que allá era mejor?
Yo pensaba que mi pasaporte me quitaba oportunidades porque es lo que crecí escuchando toda mi vida, pero no, me di cuenta de que no era así, no era mi pasaporte, ni mi lugar de origen, sino yo. ¿Yo? Sí, yo. Yo era quien me quitaba o daba oportunidades. Cuando descubrí esto, mi vida cambió.
Dejé de ver a las personas con “pasaportes de primera” como inalcanzables y comencé a trabajar y competir con ellos, me quité esa mentalidad de “yo soy de segunda o tercera” y comencé a decirme, “eres una persona de primera, que nadie te diga lo contrario” y se hicieron notorios los cambios en mi vida. Si, al cambiar mis pensamientos, cambió mi vida. Y fue así que todo a mí alrededor cambió. Mientras viajaba por el mundo, era yo quien o me abría o me cerraba puertas, eran mis aptitudes y habilidades, los valores con los cuales me presentaba, pocos veían mi pasaporte, les interesaba lo que podía hacer y esa diferencia que tenía del resto. Si bien, unos cuantos sí tenían un ligero beneficio con sus pasaportes, con esforzarme un poco más podía alcanzarlos e incluso superarlos.
Amo a mi país. No puedo sentir más que agradecimiento de haber nacido en esta tierra, el hecho de haber salido de un sitio al que llaman con muchas etiquetas, me ha dado el empuje, valentía y amor que necesitaba para lograrlo. Ahora la gente no me conoce como “la de aquí, la de allá, la de aquél país, la de este” ahora me conocen como: Jazmín Chi.
¿Cuáles son tus pensamientos? Si buscamos culpables fuera de nosotros, nos encontraremos como víctimas y jamás saldremos de la realidad que nos incomoda. Pero si buscamos dentro de nosotros, aquello que es necesario para cambiar, nos esforzamos y nos quitamos esos tabús que nos enceguecen, veremos cómo logramos más de lo que nos imaginamos. La fuerza está dentro de ti. ¿Te atreves?